A más de 1.300 metros, donde los viñedos parecen tocar el cielo, nace Gualtallary: un rincón único de Tupungato, en el Valle de Uco. Con suelos calcáreos, clima extremo y altitud elevada, este terruño se volvió sinónimo de vinos argentinos de alta gama.
¿Qué hace tan especial a Gualtallary?
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Altitud extrema (hasta 1.600 m.s.n.m.): días soleados, noches frías y gran amplitud térmica que favorecen la frescura y acidez natural.
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Suelos pobres y calcáreos: obligan a las raíces a profundizar, concentrando sabor y estructura en cada uva.
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Radiación solar intensa: uvas con pieles gruesas, color profundo y taninos elegantes.
¿Cómo son sus vinos?
Los tintos (especialmente Malbec y Cabernet Franc) combinan intensidad, mineralidad y tensión. En boca son precisos y vibrantes.
Los blancos, como el Chardonnay, logran una elegancia fresca con toques cítricos y salinos.
En cada copa se siente el paisaje: el frío de la montaña, el sol abrasador y la fuerza de un terroir extremo.
Un origen limitado y codiciado
En los 90, Gualtallary era tierra virgen. Hoy, sus 2.500 hectáreas están completamente plantadas y ya no queda lugar para nuevos viñedos. La demanda creció tanto que la tierra se cotiza por encima de US$100.000 la hectárea, haciendo del terroir un lujo en sí mismo.
Quienes logran producir allí, lo saben: cada botella es una rareza, un legado de altura y excelencia. No es casualidad que muchos lo llamen el “Grand Cru del Valle de Uco”.
